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viernes, 27 de junio de 2014

LA HISTORIA DESCONOCIDA DE LUIS SUÁREZ, EL HÉROE QUE AHORA ES VILLANO

La historia desconocida Luis Suárez, el héroe que ahora es villanoLa vida de las grandes estrellas de fútbol no suelen estar exentas de drama, sufrimiento y duras pruebas de superación, pero la de Luis Suárez tiene un tinte de tragicomedia. Hoy es el villano que por cuenta de su rara costumbre de morder a los rivales en la cancha acaba de sufrir la sanción más drástica que ha impuesto la FIFA a un jugador en pleno Mundial de fútbol en los últimos años. Pero hace apenas ocho años era el héroe, un muchachito talentoso que renacía de sus propias cenizas y demostraba que podía dejar atrás el alcohol y una vida tormentosa para convertirse en uno de los mejores futbolistas de la liga europea.
Tuvo una niñez difícil, como muchos. Sus padres se separaron pronto y su madre tuvo que levantar sola un hogar de seis hijos. Luis tuvo que hacer enormes sacrificios. Trabajaba en el rebusque por las calles de Montevideo, cuidaba carros y barría calles. Y como suele suceder con los niños que se educan en el asfalto, probó el licor y la vida nocturna.
En esas andaba cuando conoció a Sofía Balbin, una linda rubia que vivía cómodamente con una familia un par de estratos más arriba que la de Luis. Se enamoraron. Ella tenía 13 y el 16. Siendo unos chiquillos apenas se juraron amor eterno. Suárez juró luchar por ella, ella le pidió a cambio no abandonar el colegio ni los entrenamientos de fútbol, porque en medio de la escasez en la que creció, lo único cierto para este jovencito díscolo y retraído era su talento con el balón, probado desde que tenía seis años y marcaba dos o tres goles por partido.
La vida volvería a darle un gran golpe a Suárez en 2003 cuando la familia de su novia decide trasladarse a Barcelona. Desconsolado, Luis se echó a la pena. Volvió a sus andanzas y por poco pierde la cabeza. Lo único que lo mantenía en pie era la promesa de amor de Sofía quien le pedía a la distancia que no perdiera la oportunidad de convertirse en lo que había soñado, una gran estrella del fútbol.
Con la ilusión de irse a Europa detrás de su amada, Luis se mantuvo en pie y en un momento de lucidez aceptó los consejos de Ricardo «Murmullo» Perdomo, su entrenador en las juveniles del Nacional de Montevideo. «O centras tu vida o te vas de aquí», le dijo el técnico a Suárez en un momento de quiebre de su vida que él mismo reconoce.
No fue sino que Suárez pudiera llegar al primer equipo de Nacional y de inmediato probó su temple: anotó 12 goles en 34 partidos. Con semejante campaña llamó la atención de los europeos. Con apenas 19 años se lo llevaron a Holanda, muy cerca de su enamorada. Así logró convencer a Sofía de sellar definitivamente su amor en Amsterdam. Se casaron en 2009 y un año más tarde nació su hija, Delfina. La vida parecía retribuirle, por fin, los sacrificios y sufrimientos que había ofrendado desde niño.
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Con 15 goles en 37 partidos, Luis Suárez empezó a brillar en las canchas. Fue vendido, por 10 millones de dólares al Ajax, donde siguió su vertiginoso ascenso. Era el delantero ideal: disciplinado, entregado, con mucha garra y cifras contundentes, pues llegó a marcar 111 goles en tres temporadas. A los 23 años ya portaba la banda de capitán.
Pero mientras en la temporada 2009 - 2010 marcaba la bobada de 49 goles en 48 partidos,Luis mostraba en la cancha una faceta oscura y controvertida: su facilidad de salirse de casillas, provocar y agredir a los rivalesEl antecedente de sus mordidas comenzó en 2010, en un partido entre el Ajax y el PSV Eindhoven. Durante una discusión entre varios jugadores, Suárez mordió en el cuello a Otman Bakkal. Por esa acción recibió una sanción de suspensión de 10 partidos.
Se dice que en ese momento el uruguayo rechazó ofertas para recibir un tratamiento psicológico que le permitiera manejar sus emociones. «Luis Suárez no quiere ni oír hablar de psicólogos porque es plenamente consciente de que su "mal" está conectado intrínsecamente a su genética competitiva que no admite la palabra derrota», dijo en su momento Jop van Kempen, un periodista holandés especialista en el Ajax.
Incluso le ofrecieron seguir sesiones de yoga después de los partidos para rebajar la tensión del juego. Pero los actos provocadores de Suárez seguían. Su paso al fútbol inglés, en una transacción de 30 millones de dólares, no lo inhibió de seguir por el camino de la agresividad.En 2013, el uruguayo mordió al serbio Branislav Ivanovic y recibió, otra vez, una sanción de la Federación Inglesa por 10 fechas.
Sus agresiones no se quedan en mordiscos. Alguna vez llamó «negro de mierda» a Patrive Evra y se negó a saludarlo de mano al inicio de un partido. Ha hecho gestos grotescos a la hinchada rival, un día simuló estar inhalando cocaína para enrostrarle a un brasileño su tratamiento para superar la adicción. 
Se dice que los expertos que lo analizaron en Holanda e Inglaterra hicieron su propio diagnóstico de Suárez: «no soporta la idea de perder». No se trata de una persona con adicciones. El uruguayo no fuma, no bebe y es muy disciplinado en sus entrenamientos. Pero se enferma cuando considera que los demás no se esfuerzan tanto como él para ganar.
Fuera de las canchas, es buen tipo, concluyen quienes lo conocen. Diego Lugano, capitán de la selección charrúa lo dejó ver en un trino después del mordisco a Ivanovic: «Todos los que competimos a mil pulsaciones y máxima adrenalina estamos expuestos a cometer algún error. Y Luis es el más competitivo de todos. Cometió un error y pidió disculpas».
De hecho, en alguna ocasión el mismo Luis contó lo que sentía en su interior: «Soy tímido porque no sabía qué decir cuando la gente me daba las gracias por todo lo que había hecho en el Mundial por Uruguay. Pero yo sólo hice mi trabajo y lo que me salía del corazón. No es que la gente me tenga que agradecer nada. Me da timidez«,

Pero ese carácter desaparece una vez pisa la cancha. Y para demostrarlo, queda para la historia una anécdota que el mismo Luis reveló hace unos años para explicar su carácter competitivo, desde que tenía 10 años y jugaba en las inferiores del Nacional: «hubo un partido que ganamos 3-0 contra Tacuarembó y yo no hice ningún gol… después me puse a llorar en la ducha. ¡Estaba quemado!»

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