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sábado, 7 de abril de 2012

El Raulismo

El Raulismo es resistencia, es supervivencia y es silencio. El Raulismo es marcar tres goles en una eliminatoria europea, perderla y dar la mano. El Raulismo es sentir cómo una grada que le temió y pitó, le rinde homenaje. El Raulismo es soportar un cainita debate nacional sin decir una mala palabra. El Raulismo es resignarse a que eso también le ha pasado a Almodóvar. El Raulismo es aprender a soportar y a controlar la ira de la suplencia. El Raulismo es no poner buena cara a todo el mundo. El Raulismo es reivindicarse sólo en el campo, al señalarse el nombre a la espalda. El Raulismo es rehuir el circo mediático y asumir que eso le alejara de los Balones de Oro. El Raulismo es no tener entorno. El Raulismo es soñar desde niño con una pelota y una familia. El Raulismo es no olvidar el origen. El Raulismo es admitir que su fuerza emana del barrio. El Raulismo es citarse con un periodista a las 10 de la mañana y llegar a las 10 menos cinco, con las botas puestas y sin perfume. El Raulismo es escuchar a un entrenador del Barcelona, que dirige a varios campeones del mundo, decir que un ex futbolista del Madrid es el mejor jugador español de todos los tiempos. El Raulismo es que quien llega al Bernabéu con el poder de un césar le pida cita y le diga que tiene un sitio. El Raulismo es callar cuando le hace suplente un entrenador sin aprovecharse de su debilidad. El Raulismo es arriesgar el prestigio de una larga carrera en busca de un lugar en el frío donde jugar y competir. El Raulismo es volver a ser querido, volver a ser capitán. El Raulismo es Di Stéfano, es Zárraga y es Hierro. El Raulismo es decir que lo que el Barcelona tiene se lo ha ganado en el campo. El Raulismo son tres Champions con el Madrid, de la séptima a la novena. El Raulismo es la angustia de no haberlas podido igualar con la selección. El Raulismo es decir, después de marcar y en pleno debate por el gol en el equipo nacional, que España está en buenas manos y que seguirá sus partidos como un hincha. El Raulismo es sentirse español sin serlo contra nadie. El Raulismo es dormirse en el autocar poco antes de debutar a los 17 años con el Madrid. El Raulismo es poner a su primogénito el nombre de quien eso hizo posible. El Raulismo es besar en la mejilla a los hombres que interpretan la amistad a partir del principio de lealtad. El Raulismo es provocar que un técnico comedido como Lotina se indigne porque se pondere a futbolistas que se drogan y se cuestione a quien se comporta como un profesional. El Raulismo es encontrar el equilibrio entre esas cuatro C a las que se refería Severiano Ballesteros y recuerda Emilio Sánchez Vicario, muy raulista en la pista. Son la calidad y el corazón, la cabeza y los cojones, con los que el futbolista bromeaba al decirle a un compañero en el Madrid qué gran jugador habría sido si le hubieran salido. El Raulismo son cientos de goles. El Raulismo es no dejar de correr. El Raulismo es no haber sido expulsado en 18 años en Primera. El Raulismo es decir que en el fútbol aprendes de todos los que tienes alrededor, compañeros y rivales. El Raulismo es saber cuándo se acaba el amor para evitar esas cosas mal dichas que, en realidad, nadie queremos decir ni escuchar, y aún así, pensar que debió concluir un instante antes. El Raulismo es reconocer que hubo errores y penaltis fallados, pero descubrir que el fútbol, una vida en pequeño, siempre concede una oportunidad para hacer las paces consigo mismo. El Raulismo es porteger un legado en lugar de entregarse a la autodestrucción. El Raulismo es algo que necesitamos en un país donde siempre encontramos a alguien a quien echar la culpa de lo que nos sucede. El Raulismo es Pizarro y es Santa Teresa, lucha y conquista, pasión y contrición. El Raulismo es Ponce, equlibrio en el coso del riesgo, y el Raulsimo es Unamuno: también le duele España.

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