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miércoles, 14 de noviembre de 2012

El niño deportista de élite, ¿esclavo o tirano?


Para producir a un Ramos, un Reyes, un Puerta o un Navas, todos de la escuela sevillista, hace falta, además de talento natural, instalaciones y entrenadores, un equipo de psicólogos que escriba periódicamente a las familias y algunas reglas estrictas. La primera y fundamental: está terminantemente prohibido que los padres acudan a los entrenamientos.
“Es que esa presión familiar existe, unas veces más evidente y otras menos”, asegura Pablo Blanco, responsable de la cantera del club andaluz. “El máximo interés de algunos padres es que sus hijos lleguen. Presionan para que sean futbolistas, y los chavales, sin duda, lo sienten. Eso muchas veces es perjudicial. Por eso hace cinco años que cerramos a los padres el acceso a los entrenamientos en la ciudad deportiva”, prosigue. “Así lo hace también varios días a la semana el Barcelona, según me cuentan. Nosotros lo hacemos para evitar que visualicen a los padres en la grada. La primera temporada que lo hicimos, les recalcamos a los padres con circulares de nuestros psicólogos todos los beneficios de que no estuvieran presentes en los entrenamientos: permite que el jugador reciba las alabanzas y las críticas del entrenador más libremente, y evitamos que los padres intenten dirigir parte del entrenamiento”.
“Cuando se trata de equipos la presión se diluye en el resto del grupo”
¿Cómo? “Sí, es que solían gritar: ‘¡Sigue p’alante! ¡Corre! ¡Tira!’ El entorno familiar influye mucho en el futbolista, que es un tipo siempre muy joven. En los casos de la gente humilde, además, el peso de la familia recae en ellos”, se despide el ex jugador antes de dejar una reflexión que no tiene nada de científica pero que sí se basa en años de experiencia. “Es curioso, pero los talentosos son los que pasan más frío, los que menos mantas tienen, los que tienen peores condiciones familiares. Ahora, con la crisis, hay muchos padres que nos aprietan en lo económico, argumentando que tienen otras ofertas”.
“El del padre y el espectador vociferante”, argumenta Gimeno sobre ese acompañante que grita a los niños desde la grada en los partidos, “es un fenómeno desgraciado, porque no es el más frecuente, pero sí el que más se nota”. “Es algo tremendo para el niño, al que le cambia el axioma del deporte como algo con lo que divertirse a algo que es cuestión de vida o muerte”.
“Y todas estas situaciones de riesgo pueden dar problemas al final de la carrera, cuando llega la retirada”, continúa Beirán. “Hay directivos y entrenadores que fomentan el limitar la vida del deportista a su deporte. Eso tiene mucho peligro. El deportista debe tener más cosas a las que agarrarse, otros puntos de apoyo. En casos extremos, si no, llegan a tener la sensación de que la gente que les rodea, los amigos, las parejas, se acercan a ellos porque son famosos, por su éxito y no por cómo son como personas”.
Extraído de un artículo del diario EL PAIS “El niño deportista de élite, ¿esclavo o tirano?”.
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