Sí es usted jugador o entrenador y le califica algún espabilado con presencia en la prensa de "táctico", vaya pensando en cambiar de oficio o poner diez delanteros. Es casi ya un axioma, sobretodo desde algunos medios,que el considerar a un jugador o entrenador como “táctico”, es considerarlo falto de imaginación, acomplejado en sus planteamientos o, de manera general, malo por mediocre, defensivo o manipulador de la creatividad.
Sencillamente, en ocasiones no es mas que un planteamiento de ciertos medios de comunicación incapaces de analizar correctamente lo que están viendo. O mejor, no les interesa, pues no vende que el receptor del mensaje entienda algo más, o mejor, el juego. Finalmente acaba extendiéndose como una plaga que afecta desde los profesionales hasta a los aficionados. Sólo aquel que verdaderamente ha profundizado en el asunto es capaz de valorar en su justa medida este término “táctico”. Muy pocos, sabios, preparados, estudiosos pero pocos. Así la táctica sigue considerándose como algo proscrito, indeseable, casi como un recurso exclusivo de vulgares y mezquinos jugadores.
Concurren varias hipótesis para argumentar este actual desprestigio. La primera puede ser el profundo desconocimiento de la naturaleza de nuestro deporte. Eminentemente táctico. La falta de capacidad o la escasa profundidad y dedicación al análisis del tema pueden estar en el origen de este argumento. El segundo puede ser de orden terminológico. En ocasiones no nos ponemos de acuerdo ni los técnicos mismos para definir qué entendemos por táctica. En muchas ocasiones se le concede un valor secundario supeditado al modelo de supremacía técnica que concurre en los entrenadores españoles. Estamos de acuerdo en conceder a la técnica el valor que atesora, pero no en que esta oculte el verdadero peso táctico que tiene nuestro deporte. Podríamos simplificar diciendo que hablar de táctico es, o debería ser, hablar de conocimiento del juego, de inteligencia. En definitiva de la capacidad de cada jugador para reconocer una situación y resolverla con lo más pertinente, con aquella acción que ofrezca mayor eficacia. Para entendernos mejor es hablar de los movimientos previos de Villa en un remate, de la visión global del campo en Xavi Alonso, de la elección del mejor compañero para efectuar un pase en Iniesta, de la decisión, casi siempre acertada, sobre qué espacio ocupar de Busquets para evitar el avance del equipo adversario, ... de casi todo en jugadores inolvidables como Zidane. El “jugador táctico” es el que mejor interpreta las señales del juego para saber qué hacer, cuándo hacerlo y, en última instancia, también cómo. A partir de aquí comenzará a “materializarse la acción”. Es decir, debe surgir su calidad técnica, su “vertiente ejecutiva” para finiquitar la situación correctamente. Aún así, no olvidemos que por bien ejecutada que esté una acción de poco servirá si lo elegido ha sido erróneo. O si lo llevamos a cabo demasiado pronto o tarde, mas aún como todos sabemos en determinadas zonas del campo.
Por lo tanto ¿quién no desea un futbolista que abarque este aspecto del juego?, ¿ acaso es posible evitarlo?, ¿no está el futbolista continuamente eligiendo; un espacio, una superficie de contacto para el golpeo, un compañero para efectuarle un pase,...?. Ser “táctico” no debe ser más que una consecuencia de la reflexión sobre el propio deporte (sobre lo más profundo, la esencia, del juego). O más bien, de la capacidad de cada individuo, ya sea jugador o entrenador, de interpretar el juego y establecer conclusiones que convendrá llevar a cabo en el transcurso del partido. No tengan dudas, este es un juego para inteligentes.
Si un entrenador o un jugador es mediocre, argumentemos el porqué. Seguro que encontramos mil razones. Pero no le califiquemos como “táctico”
Concurren varias hipótesis para argumentar este actual desprestigio. La primera puede ser el profundo desconocimiento de la naturaleza de nuestro deporte. Eminentemente táctico. La falta de capacidad o la escasa profundidad y dedicación al análisis del tema pueden estar en el origen de este argumento. El segundo puede ser de orden terminológico. En ocasiones no nos ponemos de acuerdo ni los técnicos mismos para definir qué entendemos por táctica. En muchas ocasiones se le concede un valor secundario supeditado al modelo de supremacía técnica que concurre en los entrenadores españoles. Estamos de acuerdo en conceder a la técnica el valor que atesora, pero no en que esta oculte el verdadero peso táctico que tiene nuestro deporte. Podríamos simplificar diciendo que hablar de táctico es, o debería ser, hablar de conocimiento del juego, de inteligencia. En definitiva de la capacidad de cada jugador para reconocer una situación y resolverla con lo más pertinente, con aquella acción que ofrezca mayor eficacia. Para entendernos mejor es hablar de los movimientos previos de Villa en un remate, de la visión global del campo en Xavi Alonso, de la elección del mejor compañero para efectuar un pase en Iniesta, de la decisión, casi siempre acertada, sobre qué espacio ocupar de Busquets para evitar el avance del equipo adversario, ... de casi todo en jugadores inolvidables como Zidane. El “jugador táctico” es el que mejor interpreta las señales del juego para saber qué hacer, cuándo hacerlo y, en última instancia, también cómo. A partir de aquí comenzará a “materializarse la acción”. Es decir, debe surgir su calidad técnica, su “vertiente ejecutiva” para finiquitar la situación correctamente. Aún así, no olvidemos que por bien ejecutada que esté una acción de poco servirá si lo elegido ha sido erróneo. O si lo llevamos a cabo demasiado pronto o tarde, mas aún como todos sabemos en determinadas zonas del campo.
Por lo tanto ¿quién no desea un futbolista que abarque este aspecto del juego?, ¿ acaso es posible evitarlo?, ¿no está el futbolista continuamente eligiendo; un espacio, una superficie de contacto para el golpeo, un compañero para efectuarle un pase,...?. Ser “táctico” no debe ser más que una consecuencia de la reflexión sobre el propio deporte (sobre lo más profundo, la esencia, del juego). O más bien, de la capacidad de cada individuo, ya sea jugador o entrenador, de interpretar el juego y establecer conclusiones que convendrá llevar a cabo en el transcurso del partido. No tengan dudas, este es un juego para inteligentes.
Si un entrenador o un jugador es mediocre, argumentemos el porqué. Seguro que encontramos mil razones. Pero no le califiquemos como “táctico”
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