Thiago Alcántara nació en Italia, cerca de Lecce, donde jugaba su padre. Un tal Mazinho. Tras un breve paso por Brasil, el campeón del mundo fichó por el Valencia y, posteriormente, por el Celta. Dos clubes a los que la Federación debería estar agradecida, igual que el modestísimo Udeca gallego, porque gracias a ellos Thiago juega con España.
La final del Europeo sub 21 de Israel será recordada siempre por los tres goles de un inspiradísimo Thiago. Si en el Barcelona se siente cuestionado a cada pase, con La Rojita juega libre y se siente líder, que es lo que le gusta. Habría que dar las gracias también a aquellos que en la Federación —algunos ya no están— hicieron lo suyo para que Thiago eligiera jugar con España en lugar de Brasil, como ha hecho su hermano Rafinha. Pero no hablemos de pasado, hablemos de presente y de futuro, que es de lo que tratan al fin y al cabo las categorías inferiores.
Por encima de los títulos está el fútbol. Y España ha confirmado en Israel que tiene estilo y jugadores para seguir en lo más alto. Porque para jugar como lo hace la campeona del mundo hace falta que sigan saliendo jugadores como Isco, Illarramendi, Bartra o De Gea, dotados para heredar el más cotizado legado del fútbol mundial.
Es posible que España no siga ganándolo todo, pero con este estilo y esta fábrica de jugadores siempre tendrá opciones. Y, sobre todo, seguirá haciéndonos disfrutar.
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