Camino de los cuatro años de crisis, la situación económica en general lejos de arreglarse, se complica por momentos. El deporte en general y algunas especialidades en concreto, como es el fútbol profesional, no ha quedado al margen de esta crisis mundial. Si bien algunos clubes y entidades deportivas han ignorado sistemáticamente todo criterio de prudencia y sensatez, viéndose atrapados en el pozo de las deudas y las suspensiones de pago, otros han intentado amoldarse a los tiempos que corren, ajustando en lo posible sus presupuestos y cerrando el grifo del despilfarro y la ostentación.
Una entidad deportiva, debe regirse con el mismo rasero que una familia normal, el problema empieza cuando uno u otra, tienen más gastos que ingresos, lo que paulatinamente te va abocando a la bancarrota, de ahí la importancia de amoldarse a los tiempos que corren; no existen secretos ni fórmulas mágicas para arreglar los números rojos, tan solo la planificación y ser conscientes de que uno no puede mantener el mismo estilo de vida.
Trabajamos para vivir y no al contrario. Desgraciadamente, en estos tiempos que estamos viviendo, donde muchas familias se han resentido por la situación económica, hay un hecho que me ha llamado la atención. Muchas personas, que no practicaban deporte, salen a la calle todas las mañanas enfundados en chándal y zapatillas deportivas, corriendo ó caminando por parques y avenidas, se apuntan al gimnasio, a las clases colectivas de estos, practican más deportes de equipo o simplemente se suben a la bicicleta estática en casa. Entre el dilema de comerse la cabeza sentados en el banco de un parque ó frente a la barra de un bar, apuestan por invertir en salud y mantener dentro de lo posible la mente despejada. Esta situación mejorará, de eso no me cabe la menor duda y la mejor forma de afrontarla es no perdiendo la ilusión, mantenerse activo e invirtiendo en salud mediante el deporte, lo que nos hará no perder autoestima, mantener una disciplina diaria y afrontar el futuro en mejor posición que el derrotado, el que maldice su suerte y espera sin poner nada de su parte, que el maná le caiga del cielo.
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