Leo Messi ha marcado con la pierna derecha 43 goles, el 13,7 % de los 314 que ha conseguido hasta la fecha (283 con el Barça, 31 con la selección argentina). Es prácticamente el triple de los que ha sumado en lanzamientos de penalti y cinco veces más de los logrados con la cabeza. Si nos referimos solo al año 2012, dicho porcentaje asciende prácticamente al 15 %, lo que es un indicativo de gradual progresión en el uso de su pierna “mala”, uno de los parámetros donde aún posee margen de mejorar. Nos preguntábamos hace poco “¿Y ahora qué, Leo?” y es momento de anotar dos áreas muy concretas: la primera es esa pierna derecha; la segunda, una mayor inclinación hacia el colectivo, despegándose de la solución individual.
Messi ha empleado siempre su pierna derecha a la hora de rematar; no es algo surgido en los últimos meses ni mucho menos. Pero lo que sí se ha producido es una mejora sustancial en la calidad de dichos remates, que ya no son algo esporádico o casual, sino un auténtico recurso técnico, baste ver el quinto gol frente al Athletic Club, digno de su pierna izquierda. La ventaja que le otorga dicho recurso a Messi es que, después de tantos centenares de goles, todos los defensas y guardametas del mundo están esperando un remate con la zurda e imaginan bastante menos que lo efectúe con la derecha, por lo que se ocupan de cerrar espacios y ángulos de la pierna “buena”, pero desnudan los opuestos como pudo comprobarse precisamente en el mencionado remate contra la meta del Gorka Iraizoz. Antes de que ocurriera con los remates sucedió con las conducciones: al principio, Messi desconcertaba a todos pero más tarde los defensas aprendieron a cerrar las zonas peligrosas de conducción, buscando alejarle del ángulo de disparo. Bueno, lo aprendieron pero continuaron siendo víctimas del astro argentino. Pero el factor que ahora mencionamos, el del remate, es más delicado para los rivales: aunque Messi siempre buscará rematar con la izquierda, ese porcentaje de goles con la pierna derecha es un motivo extra de preocupación para quien deba defenderle, pues ya no puede estar seguro de por donde llegará el disparo.
El segundo aspecto tiene que ver con su gradual maduración futbolística, que está influyendo poderosamente en el modo de juego del Barça. Si la pasada temporada dio la sensación, creo que indiscutible, que Messi buscaba siempre la acción individual, empleando su inmensa calidad para despegarse del juego colectivo, este curso el cambio ha sido profundo: su participación parece buscar en cada momento la mejor opción del colectivo, lo que no impide que en muchas ocasiones esa mejor opción sea él mismo. Su posición más retrasada, ya totalmente como centrocampista atacante, le hace más jugador de equipo, más futbolista. Curiosamente, pero no por casualidad, buscando menos el gol está consiguiendo más goles que nunca y aportando más fluidez al conjunto y mayor peso específico a jugadores que parecían opacados, como Iniesta.
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