Esta mañana mientras revisaba mi correo como de costumbre me
entro este correo de Ángel Andrés Jiménez Bonillo, ex árbitro de fútbol y
Presidente de la Asociación Deporte Sin Insultos. Y lo pongo tal y como esta y
dice así:
Después de la muerte de un árbitro asistente en Holanda
(http://www.semana.com/deportes/articulo/arbitro-holandes-muere-tras-paliza-jugadores/268856-3)
y varias agresiones físicas a árbitros españoles, entre las que se cuenta la
sufrida por un chaval de 17 años que ha perdido el bazo a consecuencia de la
paliza recibida
(http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/19/valencia/1361269877_228071.html), he
decidido escribir de nuevo sobre la violencia en el fútbol.
Siempre he defendido que la violencia verbal es la antesala
de la física. Un deporte en el que el insulto ha pasado a verse como normal (es
que ni siquiera se condena) y en el que los valores no se potencian (un jugador
puede sentirse orgulloso después de marcar voluntariamente un gol con la mano o
de fingir una agresión para que un rival sea expulsado) es un deporte expuesto
a que sucedan los hechos más lamentables.
El fútbol (mucho más negocio que deporte, desgraciadamente)
camina hacia la muerte moral, mientras los dirigentes de las federaciones no
quieren o no pueden hacer nada para evitarlo. Se necesita un trabajo firme y
continuado (no un mensaje de un solo día para quedar bien y que en ningún sitio
se escuche), con los medios de comunicación implicados (y, por favor, que dejen
de hablar de temas intrascendentes y más propios de los programas de cotilleo).
Es, sin duda, un deporte que mueve masas, por lo que, si las
condiciones morales fuesen las idóneas, podría servir, y mucho, de ayuda en la
formación de los jóvenes, los cuales están llamados a cambiar el rumbo de un
país continuamente golpeado por la corrupción y por la consiguiente falta de
confianza en los cargos de responsabilidad política y económica.
En el fondo, lo que
cuenta (en el fútbol y fuera del fútbol) son los valores. Merece la pena
ponerlos como bandera.
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